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Debates del equipo asesor

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Abierto por:

Eugenio Manuel Díaz Herezuelo

¿Puede la democracia representativa introducir las pautas para convertirse ella misma en representativa o el modelo nuevo le corresponde a las organizaciones de la Sociedad Civil ya existente? ¿Qué modelos de transición pueden proponerse?

09.04.11

Leyendo el VII Cuaderno de Debate de la Fundación Luis Vives ‘Las relaciones entre el Tercer Sector y los poderes públicos’ que encuentro interesantísimo, creo que el planteamiento que subyace de quiebra de la democracia representativa, que relaciono con la quiebra de la economía neoliberal, me hace pensar que los tiempos de crisis como el que vivimos en la actualidad son de frondosa creación, en el sentido de finiquitación de unos valores antiguos y aperturas de nuevas filosofías.

Para ilustrar mi postura, me refiero a modo de ejemplo a lo que viene a significar el Manierismo como “tropopausa” entre el Medievo y el Renacimiento.

Tengo noticias de que en estos momentos existe un anteproyecto de Ley de relaciones entre la Administración y las organizaciones del Tercer Sector de la Economía que, en cierta forma, vendría a dar respuesta a las tendencias europeas del tratado de Lisboa en cuanto a la apertura de un periodo de participación de la Sociedad Civil Organizada en los Asuntos Públicos.

Evidentemente esta “apertura” abre popularmente el debate de la necesidad de la democracia participativa como paso imprescindible del dominio del “demo”. En esta línea, tengo entendido que hay experiencias pilotos abiertas en ciudades como Sevilla o Berlín, pero estas han sido planteadas desde la propia democracia representativa.

¿Qué opinión tenéis el resto?

Respuestas

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#1

Muy buena

Aportada por:

Montse de Paz

Fundación ARSIS

Trabaja en:

Asesor particular

15.04.11

Hola, Eugenio,

no he leído el cuaderno de la F. Luis Vives, pero el tema que planteas y que seguramente se profundiza en esa publicación es muy oportuno. La democracia en abstracto es una cosa, y otra cómo se lleva a la práctica. En pequeñas sociedades como las polis griegas era relativamente sencillo lograr una participación de casi toda la ciudadanía en los asuntos públicos (teniendo en cuenta quiénes eran los “ciudadanos” de pleno derecho, que no eran la mayoría ni mucho menos, y que las mujeres quedaban excluidas del “demos”). Pero en nuestras sociedades masificadas de hoy, para que la democracia sea más efectiva, se requieren esos grupos intermedios entre el individuo y el estado, que son, entre otros, las organizaciones del “tercer sector”. Se ha insistido mucho que fortalecerlas es consolidar la democracia, y creo que es así. Hoy, todo grupo intermedio, desde el más básico, la familia, pasando por una asociación, hasta una agrupación de padres o de consumidores, es un espacio potencial de libertad, de crecimiento y de ejercicio responsable de ciudadanía. Ojalá se fomente más su participación y relevancia en el gobierno público.

Mi fundación propuso a la ex alcaldesa de la ciudad donde hemos trabajado durante más de 17 años la creación de un consejo de personas y entidades, que se reuniera periódicamente con los miembros del ayuntamiento para tratar temas de la ciudad, analizar problemáticas y proponer soluciones. Un organismo quizás sin voto, pero con voz e influencia en el consistorio. Todo se quedó en palabras… ¿Realmente los políticos quieren “escuchar” a sus ciudadanos?

Por otra parte, las organizaciones no públicas tenemos un riesgo: convertirnos en estructuras para-estatales, ya sea por intereses políticos o, casi siempre, económicos (dependencia de las famosas subvenciones). Venderse, o que nos “compren”, es una forma sutil de desactivar a este tercer sector que se quiere vivo, activo y reivindicativo cuando sea necesario. Y a las instancias de poder, claramente, los grupos intermedios les molestan. Les interesa una masa de individuos, cuanto más individualistas y desvinculados mejor, y mantener la fortaleza del gobierno. Las ONG, que se mantengan sumisas y afines al estado, y estupendo si se convierten en abanderadas del ideario del gobierno de turno. Estos intereses no son ajenos nuestros gobiernos “democráticos”. Incluso cuando proponen leyes para regular las relaciones con el tercer sector. Toda ley es un cauce, sí, pero también un instrumento de control… Como en todo, hay que saber aprovechar las oportunidades que nos brindan, pero sin perder de vista nuestros valores y finalidades.

La libertad es mucho más que un derecho que te otorgan. Creo que, en realidad, es algo que se construye durante toda la vida, con esfuerzo y a menudo nadando a contracorriente. Las organizaciones del tercer sector tenemos mucho que hacer y decir ahí. Y el primer paso es educar a las personas y educarnos a nosotros mismos, en el sentido genuino de la palabra: aprender, abrir la mente, escuchar, discernir… Saber cuestionar y valorar. Conocer la historia, nuestro pasado, y aprender qué ocurre en otros países. Leer en profundidad la realidad que nos rodea. Amar y respetar. Animar a que cada cual saque lo mejor de sí mismo. Quizás suena muy idealista, pero sin eso nuestro trabajo será paja, más de lo mismo, o lluvia sobre mojado…

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#2

Aportada por:

Eugenio Manuel Díaz Herezuelo

Trabaja en:

Asesor particular

17.04.11

Totalmente de acuerdo con tu planteamiento Montse.
Es bien cierto que el poder, cuando llega al convencimiento de que no puede reprimir, trata de integrar como mal menor y, en este aspecto, las políticas del subvencionado, muy proximas al modelo donativo de E.S.F.L., tienden a ser absorventes. Otro modelo de E.S.F.L. (distingo entre ellas y las ONGs, pero sería objeto de otro debate)es el emprendedor.

La cuestión es que el Tecer Sector está ahí, no se puede negar cuantitativamente y es una realidad irreversible. El descredito de la representación a través de los partidos políticos es tan evidente que bastaría una simple suma para declararlo incuestionable y, en en esa operación aritmética, sólo hay que incluir dos sumandos: la abstención y el voto en blanco, la suma total obligaría a cualquier político responsable a cantar la palinodia de que la capacidad de la democracia REPRESENTATIVA pende de un hilo roto.

Por otra parte está la interlocución social, que en estos momentos se reduce fundamentalmente a dos agentes: las organizaciones empresariales y los sindicatos. Los empresarios forman parte del Mercado y aunque habría que hablar mucho de su eficacia social (e incluso económica) en estos momentos, también lo considero (más que nada por su amplitud) tema de otro debate. Ahora bien, en cuanto a las organizaciones sindicales están en la misma ecrucijada de descrédito y consiguiente caída en picado que las políticas. (No olvidemos que aún existen partidos políticos que proponen la sindicación obligatoria).
Las ORGANIZACIONES DEL TERCER SECTOR,en su conjunto, se encuentran en un momento histórico único. Movimientos “contrapolíticos” como la iniciativa del “Partido del voto en blanco” surgida en Cataluña o la de “Democracia real ¡ya!”,convocada recientemente a través de las distintas redes sociales, dan fe de la contemporaneidad de ese momento histórico.

En este contexto surgen varias preguntas que, a mi entender, REQUIEREN DE URGENTES RESPUESTAS:

1º) ¿Estamos preparadas la ESFL para subir a este tren?
2ª) ¿Cuál sería el camino para convertir esa fuerza cuantitativa en cualitativa?
3ª) ¿Cómo poner una silla más en la mesa de interlocución social, donde mercado y sindicatos están COMODAMENTE sentados?

En cuanto al fin del modelo donativo de financiación de la ESFL, estando claro (como se desprende de tu acertado criterio) que no nos lleva a la libertad, tenemos que movernos hacia un modelo económico emprendedor que necesariamente pasa por considerar que “la libertad económica es base de todas las libertades”. En este camino andan ideas económico-financieras nuevas, tales como las de “mercado justo o solidario” y “banca justa o solidaria”. Me pregunto si sería cuestión de volver a las ideas económico-sociales del principio del maquinismo y considerar la conveniencia de reproducir ciertos modelos, tales como el de las mutualidades. Incluso no descarto un paseo por la génesis utópica de los “montes de piedad”. Todo ello desde la visión del siglo y con el conocimiento añadido que ello supone, claro está.

Lo que creo evidente es que el TERCER SECTOR no puede permanecer impasible viendo pasar SU OCASIÓN HISTÓRICA porque significaría, ademas de una tremenda estupidez, una no menos tremenda dejación de responsabilidad social. Estamos, por lo tanto, en el momento de producir SINERGIAS.

En cuanto al estudio del agotamiento de los modelos sociales actuales propongo como lectura a Amin Maalouf “El desajuste del mundo”

Creo que necesitamos a muchas personas en este debate.

Saludos, Montse.

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