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Publicado por: Marc Masmiquel Mendiara

¿El crecimiento económico nos hace más felices?

15.12.14

hamilton

¿Ganar más implica ser más feliz? ¿Más es mejor? ¿Crecimiento económico tiene algo que ver con crecimiento personal? Clive Hamilton nos explica su teoría al respecto.

Clive Hamilton autor del libro “El fetiche del crecimiento” (editorial Laetoli, 2006) es un académico australiano, estudió Artes y Economía, director del Instituto de Australia entre 1994 y 2008, y profesor de Ética Pública en el Centro de Filosofía Aplicada y Ética Pública de la UNA. Hamilton resucita el concepto aristotélico de “eudemonía”.

La eudemonía es la idea de lo que se precisa para alcanzar la felicidad, ese estado de armonía que permite la realización de las capacidades humanas. Pero si el avance económico no promueve un bien común y unas mejores relaciones ¿cómo se puede lograr ser feliz?

Clive nos invita a tomar otro rumbo y otro rasero para medir nuestro avance. ¿En qué dirección? Una búsqueda personal intrínseca cuidando las relaciones, ayudando y superando obsesiones. “Sé que supone un profundo desafío para el capitalismo actual, pero yo me pregunto: ¿qué es preferible, potenciar una sociedad materialmente rica e infeliz o iniciar el cambio hacia una más austera pero también más plena?” La veneración del crecimiento del PIB y el dinero ha generado un desgaste multifactorial del entorno ambiental y mental.

El análisis de Hamilton hace hincapié en las amenazas del sistema, que tras décadas monopolizando la producción de energía y la gestión de recursos ha articulado una mafia corporativa y hermética, blindada por el FMI1, la OMC2 y diversos tratados internacionales de “libre comercio”. ¿Quién se beneficia? Hay ejemplos paradigmáticos: brokers, empresas energéticas, gestoras de agua, de basuras, entidades bancarias, industrias extractivas, de armas, industria hotelera, industria financiera… Estas empresas son las que permiten que el resto de empresas “funcionen” y al generar una gran huella de carbono potencian el cambio climático: agravando las consecuencias del transporte, del turismo, del impacto que provocan los alimentos que viajan miles de kilómetros…

El entramado productivo es estimulado por el propio sistema de marketing. En este sentido es un sistema cerrado, pero con evidentes fallos, ya que es irresponsable con las generaciones futuras. Rompe la capacidad de carga ambiental de territorios y deteriora los biomas naturales y sociales. Hamilton analiza el conjunto y propone un sistema diferente de medir el éxito de un sistema social (índice de progreso genuino). Su enfoque lleva la medición de la felicidad a un sistema tangible. Estos estudios no son prodigados en las escuelas de negocios, pues bombardea sus objetivos. Los mass media tampoco ayudan mucho, y por eso nos venden gato por liebre. A los medios de comunicación les interesa promover el “éxito” económico como medio principal para lograr la felicidad y conforme más lo hacen más fomentan las patologías sociales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha subestimado la carga que suponen las afecciones psiquiátricas. De las diez causas de discapacidad en todo el mundo cinco fueron trastornos psicológicos, como: depresión grave, alcoholismo, trastorno bipolar, esquizofrenia y trastornos obsesivos compulsivos.

¿Cómo piensa Hamilton que una verdadera nueva economía3 puede generar una realidad social equilibrada y sensible con el medio ambiente y la justicia? ¿Hay otros enfoques económicos? ¿Por qué se nos venden como “enfoques marginales”? No seamos ingenuos, ¿Qué enfoques han podido desarrollar sus planes? Sólo los que hay bajo el paraguas protector de determinados sistemas políticos. No es raro que la mayoría de dirigentes del sistema hayan sido discípulos de la religión del crecimiento económico. Es simple: gracias a la moda neoclásica de economistas, los protectores del libre mercado han logrado la supremacía. Tras sus afirmaciones no hay una sola verificación empírica, hay un acto de fe, y una visión de burdo darwinismo social. Las ciencias sociales y todo lo que se sabe sobre cooperación y redes colaborativas demuestra lo contrario. Del mismo modo que ayer se consideraba que la Tierra era plana, hoy la “economía competitiva” se ve como un hecho. El australiano Hamilton reflexiona sobre otras opciones, la base es clara: un consumo desequilibrado desequilibra a las personas. “Los seres humanos, sobre todo los que habitan en los llamados países desarrollados, se han transformado en consumidores, la mayoría de los cuales cree que su felicidad se encuentra en el consumo de mercancías. Sin embargo, a pesar de haber multiplicado sus ingresos en las últimas décadas, estas sociedades se caracterizan por un profundo malestar general, que se retroalimenta bajo la falsa idea de que cuanto mayores sean los ingresos y el estatus social alcanzado, mayor será la felicidad. Pero quienes no se engañan a sí mismos saben que no es así.” Analizando las causas ataca frontalmente al sistema que del desequilibrio: “(...)creo justo señalar que los principales responsables de este drama son los políticos que, con independencia de sus tendencias ideológicas, no suelen cuestionar los efectos del desarrollo económico. O no se atreven. En el fondo, todos sabemos que el crecimiento económico se sustenta gracias a la insatisfacción de la sociedad. La estrategia de estas herramientas comerciales es prometer cosas para hacer felices a las personas y, por tanto, sólo tendrán sentido mientras éstas se sientan infelices con lo que tienen. Así, la publicidad cada vez cuenta con presupuestos más abultados: para garantizar la reproducción del sistema se necesita potenciar esta creatividad perversa.”

Estos excesos han sido posibles gracias al fetiche del crecimiento, olvidando otras formas genuinas de organización y desarrollo. Antaño, en diversas islas del Pacífico, los nativos vieron en la llegada de los barcos occidentales un símbolo inequívoco de prosperidad, muchos de estos pueblo fueron exterminados o desaparecieron. Si un sistema no nos ayuda a ser más felices, es un mal sistema. El sistema capitalista subdesarrolla y provoca pobreza. La felicidad debe tenerse en cuenta, y dejar ya de considerarla un intangible. Seamos claros, por ejemplo analizando los rasgos particulares de los individuos felices, ¿qué rasgos distinguen a las personas felices? Los principales factores son cinco: un alto nivel de autoestima, la sensación de control de sus vidas, un optimismo real, extroversión y necesidad de compartir y la responsabilidad aplicada hacia los demás. Estos aspectos representan el 90% de la escala, la riqueza material solo es responsable del 10%[4]. La ética de la convivencia no nos puede hacer olvidar que hay maneras y grados de comportarse y de ser recíprocos. Hay dos estereotipos psicológicos según el modo que utiliza una persona para buscar la felicidad. Existen las personas que buscan la felicidad con objetivos externos como notoriedad, riqueza, patrimonio y atractivo físico. Hay personas que buscan a través de relaciones más profundas, del crecimiento personal y del apoyo a la comunidad. Las personas del primer grupo tienen una calidad de vida inferior, pues (independientemente de su éxito económico) experimentan desórdenes de conducta y patologías sociales (depresión, trastornos obsesivos compulsivos y adicciones), pero especialmente hacen al resto menos felices.

El sistema económico actual potencia el primer tipo de enfoque, que destruye lazos, es egoísta y limitante. Si se modifica muchas cosas cambiarán profundamente. ¿Hay esperanza? ¿Hay alternativas, es posible una nueva economía? En diciembre de 2013 le formulé esta inquietud y Clive me respondió: “Debemos evolucionar a una nueva economía de la energía, en la que se practique la eficiencia energética seria. ¿Cómo? A través de la creación de edificios y viviendas que sean energéticamente autosuficientes, para ello la administración pública y privada debe invertir en sistemas de transporte que utilicen combustibles no basados en el carbono. En este proceso, las ciudades pueden ser rediseñadas para crear espacios de vida que sean más habitables, más sociales y más saludables física y mentalmente.”

Notas:
[1] Fondo Monetario Internacional.
[2] Organización Mundial del Comercio.
[3] Cabe aclarar que en el sector empresarial norteamericano se entiende por “nueva economía” a la generación empresarial del “punto com”, las empresas tecnológicas que han tenido una relación con Internet y el comercio de la información. Es el enfoque neoliberal aplicado a la información, patentando, comprando y vendiendo el conocimiento del mismo modo que mercancía. Es nuevo el maquillaje que se ha aplicado y la materia prima, pero su concepto es el mismo: una competitividad exacerbada y procesos de fusión acelerados y monopolistas. Esa “nueva economía” en palabras de Hamilton no es nueva, “es la depredadora norma del pez grande comiéndose al pez pequeño, no hay novedad en ese enfoque, sólo propaganda.”
[4] Los bienes materiales como los necesarios para cubrir alimentación, cobijo, educación y protección. Los que permiten satisfacer las necesidades básicas. Los ingresos que se conocen como renta mínima universal que conceptualiza y explica el economista Daniel Raventós. Actualmente la desregulación laboral y la pérdida de derechos provocan desesperación e incertidumbre. Hay muchos empresarios y empresarias sin alma que no aseguran las horas estipuladas y cuando los trabajadores pierden el empleo el subsidio de desempleo no cubre una renta básica, por eso la actividad usurera de algunos patrones es un problemática cada vez más grave “(...) el empresario rico lo es gracias a su plusvalía y degradación ética, la ética del crecimiento capitalista de dice que eso está bien. Pero eso es un comportamiento patológico y sin empatía.”

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