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19 agosto: Día Mundial de la Asistencia Humanitaria. Conflictos modernos: jaque a los principios humanitarios

18.08.14

guia

Mantener la neutralidad respecto a las partes en conflicto y la independencia respecto a las agendas políticas de los donantes son dos de los cinco grandes desafíos recogidos en el informe “Los principios humanitarios en situaciones de conflicto”.

Mañana, 19 de agosto, se cumplirán 11 años del ataque al cuartel general de la ONU en Bagdad. Una ocasión para recordar las crecientes dificultades a las que tiene que hacer frente el personal de las organizaciones humanitarias en las guerras modernas, que convierten, a menudo, la acción humanitaria en un actor incómodo o directamente en un objetivo a batir. Pese a ello, miles de profesionales siguen trabajando día a día para aliviar el sufrimiento humano, motor de la acción humanitaria. Acción contra el Hambre revisa en un breve informe algunos episodios concretos en los que ha visto sobre el terreno cómo un conflicto ponía en jaque algunos de los principios universales de la acción humanitaria, como la imparcialidad, la neutralidad o la independencia. Lo hacen identificando cinco retos actuales para la acción humanitaria en conflictos:

1. Mantener la neutralidad de las intervenciones en las zonas de conflicto: una organización humanitaria debe prestar asistencia a los más vulnerables en las zonas controladas por ambas partes en conflicto. Así, el criterio para determinar dónde intervenir está guiado exclusivamente por el enfoque de necesidades. Nuestra organización fue, de hecho, expulsada de Somalia en 2011 por prestar ayuda a las víctimas en zonas controladas por Al Shabab siguiendo este criterio.

2. Preservar la independencia respecto a las agendas políticas de los donantes: la ayuda humanitaria corre un riesgo creciente de ser instrumentalizada por los intereses políticos de los países donantes. La pluralidad en las fuentes de financiación es la mejor estrategia para neutralizar este peligro. En algunos contextos, como Afganistán, Acción contra el Hambre rechazó fondos del Gobierno de EEUU y la sección francesa de la organización evitó trabajar en zonas bajo control militar francés, ya que ambos países eran parte activa en el conflicto.

3. Defender los principios humanitarios con firmeza durante las negociones con quienes detentan el poder local: el imperativo humanitario de acceso a las víctimas implica tener relaciones con grupos armados no gubernamentales que controlan la zona para garantizar el acceso y la seguridad del personal humanitario. Por ello nuestra organización ha trabajado, por ejemplo, en zonas de Afganistán controladas por los talibanes o en zonas de Colombia controladas por la guerrilla. Este reto está también relacionado con la necesidad de distinguir netamente la función humanitaria de la militar. Acción contra el Hambre trata por todos los medios de evitar esta asociación y confusión de roles, algo cada vez más difícil dado que los Ejércitos se reivindican cada vez más en “misiones humanitarias”.

4. Encontrar el equilibrio adecuado entre el imperativo humanitario y el testimonio denuncia en determinadas situaciones: una organización tan asentada sobre el terreno como Acción contra el Hambre es testigo muchas veces de violaciones de derechos humanos. Denunciarlas puede implicar, a menudo, la expulsión del país y por tanto dejar de ayudar a las víctimas. Este es un reto que afrontamos en un delicado ejercicio de equilibrio entre la necesidad de ayudar y la de denunciar, analizando caso por caso cuál es nuestro valor añadido y optando por la decisión que pueda, en última instancia, ahorrar mayor sufrimiento humano. Uno de estos extremos tuvo lugar cuando nuestra organización decidió, en 2008 abandonar Sri Lanka, para poder denunciar públicamente la falta de progresos en las investigaciones sobre el asesinato de 17 trabajadores humanitarios de Acción contra el Hambre en Muttur, acaecida en agosto de 2006.

5. Reducir el eventual impacto negativo de las operaciones: conscientes del riesgo de instrumentalización de la ayuda humanitaria por parte de los actores en conflicto y de la necesidad de atenuar las tensiones entre comunidades que puedan derivarse de la ayuda, es necesario en ocasiones poner en marcha medidas para “compensar” de alguna forma a colectivos como la población de acogida de refugiados (p. ej. en Líbano ante los refugiados sirios o en Guinea-Conakry ante la llegada de refugiados de los conflictos en la región a mediados de la pasada década) o tomar medidas para equilibrar la presencia de varias etnias o comunidades religiosas entre el personal local de la organización. Todo ello se hace con el fin último de evitar que la ayuda genere conflictos entre comunidades.

“No existe una fórmula universal para todos estos retos. Nuestra experiencia nos ha enseñado a analizar caso por caso y tomar las decisiones más adecuadas en cada contexto. No siempre es fácil. Ayuda anteponer por encima de todo nuestra naturaleza humanitaria y nuestra vocación de aliviar el sufrimiento de las personas. Ello es, en definitiva, lo que sigue impulsando nuestro trabajo diario en un espacio cada vez más reducido para los humanitarios”, afirma el Director General de Acción contra el Hambre, Olivier Longué.

El informe está disponible en inglés en este enlace.

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